En 1978, con la obtención de la Copa Mundial de Fútbol, la euforia del pueblo y un gobierno autoritario compartieron escena. Todavía, y a ya 35 años, la conquista de aquel título sigue en tela de juicio, para algunos sirvió como motor de ánimo colectivo en medio de una crisis socio-política, para otros una operación militar para lavar su imagen y encubrir una de las máximas represiones en la historia de Latinoamérica.
El deporte es uno de los escenarios privilegiados de maniobras políticas y la vuelta olímpica, marcó sin dudas un antes y un después en la historia del fútbol argentino. Pero en pleno Mundial, a diez cuadras de la cancha de River, epicentro de la fiesta, funcionaba la ESMA, el mayor centro de torturas de la dictadura. Aquella siniestra combinación de goles y desaparecidos llevó a que el Mundial 78 fuera siempre comparado con los Juegos Olímpicos de 1936. Estos últimos transcurrieron en la Alemania nazi de Hitler. El Mundial 78, en cambio, se jugó en la Argentina de Videla. Y su marchita de tono militar no admitía indiferentes. "Veinticinco millones de argentinos –decía la canción oficial- jugaremos el Mundial".
LA ALEGRÍA FUTBOLÍSTICA
El mundial fue una bisagra en la historia del fútbol argentino, los protagonistas y artífices de la "hazaña", sostienen que gracias a Menotti se cambió la mentalidad en el trabajo de la Selección. "Por primera vez se trabajó con jugadores del interior del país. Y a partir de Menotti los contratos de los entrenadores nacionales nunca más duraron menos de cuatro años", dice Ardiles. Aquella selección, además, destrozó el mito de la superioridad física de los europeos. A la buena preparación física y el gran trabajo colectivo, el equipo de Menotti sumó habilidad y audacia y, tras levantar luego de un comienzo no muy alentador, con nervios e irregularidad, terminó siendo un justo campeón. Pero la conquista, inevitable, parece destinada a convivir con las sospechas de las trampas de una dictadura militar que soñó montar su proyecto político a partir de una pelota de fútbol, pensando que esta fiesta sería para siempre.
Antes del Mundial, los Montoneros habían propuesto a las Fuerzas Armadas una tregua, pero nunca recibieron respuesta. Asimismo se expresaron a través de agitación política y algunos atentados no sangrientos que, por lo tanto, no trascendieron a los medios. Con el lema a las masas: "Argentina campeón, Videla al paredón", no consiguieron respuesta alguna en la población.
Las dos primeras y ajustadas victorias de 2-1 ante Hungría y Francia y la derrota 0-1 con Italia obligaron a la inesperada mudanza a Rosario. Allí, la segunda rueda comenzó con un triunfo 2-0 ante Polonia, cuya legitimidad fue cuestionada muchos años después por el propio DT rival, Jacek Gmoch, quien denunció un "arreglo", sin otras precisiones. La sombra del arreglo, en realidad, se dirigió siempre a la célebre goleada de 6-0 a Perú, que permitió eliminar a Brasil por diferencia de gol y clasificar a la final contra Holanda. "Yo digo que ese partido no fue normal, que fue raro", insiste hasta hoy Juan Carlos Oblitas, integrante de aquella formación y DT de la actual selección peruana. "Dominamos al comienzo y hasta el segundo gol argentino el partido fue parejo, pero después nos quedamos inexplicablemente. Creo que si ese mismo partido hubiera vuelto a jugarse diez veces jamás habríamos perdido 6-0. Es más, podríamos haber ganado alguno", agrega Oblitas. "Por respeto a la gente que integraba el equipo conmigo en aqulla época -concluye el hoy DT- prefiero decir que salimos a jugar ese partido bajo presión. No voy a hacer lo mismo que Manso, que en 1979 lanzó una acusación artera."
El ex zaguero Radulfo Manso, hoy completamente distanciado del fútbol, dice a su vez que aquella explosiva denuncia de soborno que formuló en 1979, cuando jugaba en Vélez, fue "un desahogo a medias. Lo que pasó –cuenta manso- es que antes del partido con Argentina atendí un llamado telefónico en mi pieza de la concentración. La voz, que tenía acento argentino y me trataba de manera peyorativa, discriminatoria y racista, me dijo de muy mala manera que les comunicara a mis compañeros que nos pagarían 50 mil dólares a cada uno si permitíamos la clasificación de Argentino. Me dio mucho miedo, porque yo en ese momento era un jovencito y me sentí muy mal. Se lo conté a un compañero y estoy seguro de que si se lo hubiera dicho al resto, todos me habrían dicho que no aceptaban".
Brasil le había ganado 3-1 a Polonia unas horas antes y Argentina jugó por la noche sabiendo cuántos goles precisaba para ser finalista. Perú, que comenzó el juego con un tiro del delantero Muñante en un poste, terminó siendo un desastre. "Yo no me vendí", afirmó el arquero Ramón Quiroga, argentino nacionalizado peruano, aunque admitió que aquella fue su peor actuación de su carrera y única vez que recibió seis goles en un mismo partido. "A mi no me consta, pero no pongo las manos en el fuego por nadie. Igual me permito ponerlo muy en duda. A ese partido llegamos con el desgaste del esfuerzo que hicimos en la primera rueda, en el que le ganamos a Escocia e Irán y empatamos con holanda. O fue casual que después perdiéramos con Polonia, Brasil y Argentina. Estoy convencido de que perdimos de manera limpia. Con mi experiencia, yo me habría dado cuenta si alguno de mis compañeros no ponía todo para ganar", declaró Héctor Chumpitaz, que si afirmó que el plantel "estuvo incentivado por Brasil", pero que "no se lo tomaron en serio".
Entre las numerosas versiones que sugieren algún "arreglo" hay una que menciona un acuerdo entre las dictaduras militares de ambos países ( en Perú gobernaba el general Francisco Morales Bermúdez). La sospecha recae sobre la donación de un crédito no reembolzable de Argentina a Perú para la adquisición a la Junta Nacional de Granos de cuatro mil tonelada de trigo a granel, en un marco del "convenio sobre ayuda alimentaria". El Sunday Times, de Londres, provocó un escándalo cuando abonó a esta teoría en plena disputa del Mundial 86. "Ese tipo de donaciones –reconoce hoy Juan Alemann, secretario de Hacienda en aquellos años- no eran espontáneas. Se hacían sólo en caso de un terremoto, de alguna catástrofe." La única catástrofe que sufrió Perú en aquellos días fue el 6-0 de Argentina.
Aquel 21 de junio, a las 20.40, en el preciso momento en el que Leopoldo Luque marcaba el cuarto gol a Perú, estallaba una bomba en la casa de Alemann, que no sólo era funcionario, sino que, además, vivía a media cuadra de una comisaría. Alemann siempre sugirió que aquella bomba fue obra de sus críticas por los gastos del Mundial y apuntó al almirante Carlos Lacoste, vicepresidente paro hombre fuerte del Ente Autárquico Mundial 78. Lacoste fue mano derecha del almirante Eduardo Messera, que le ganó una lucha interna al Ejercito y logró para la Marina el uso político y los negocios. Dudosos de un mundial que tuvo un costo récord de más de 700 millones de dólares.
Además de esa bomba a Alemann, Lacoste fue sospechado por la muerte todavía misteriosa del general Omar Actis, el primer presidente de la EAM 78, que quería hacer un Mundial más austero y que fue asesinado el 21 de agosto de 1976, dos días antes de una conferencia de prensa en la que iba a presentar su proyecto. Tras el asesinato de Actis, Lacoste hizo el Mundial a gusto de la FIFA y de sus socios comerciales.
Contó para ello el decreto 1.261 de abril del 77, que le facultó para realizar toda clase de convenio amparado "en razones de urgencia, seguridad y reserva en la difusión de sus actos".
LA HISTORIA PARALELA
El mundial fue una cuestión de Estado. En silencio desde que cayó en desgracia, Lacoste, amo y señor del deporte en los tiempos de la dictadura, apenas recibió del juez Miguel Pons un reproche "ético" porque, siendo funcionario, incrementó su patrimonio en más del 400 por ciento, manejando dineros de firmas extranjeras en la City, en los tiempos de la bicicleta financiera de Jose Martínez de Hoz.
Ubalado Fillol ya era un arquero formidable, Daniel Passarela "el gran capitán", Ardiles el motor del mediocamo y Mario Kempes la potencia y el gol, aunque jugaba más retrasado pues en los primeros partidos había fracasado como hombre de punta. La final fue contra Holanda. Justamente el país que, junto a Franci, encabezó la campaña para boicotear el Mundial, iniciada por organismos de derechos humanos y agrupaciones de izquierda. El argumento era sencillo "No se puede jugar un Mundial mientras a pocos metros del estadio se tortura y se mata gente", decía el periodista Francois Geze, del Comité Organizador del Boicot a la Argentina (COBA). "Pero fue gracias a los periodista que vinieron por el Mundial que tuvimos nuestros primeros grupos de apoyo" recuerda Mercedes Meronio, vicepresidenta de Madres de Plaza de Mayo. Una agrupación holandesa de solidaridad con las Madres (SAM) donó las primeras casas. Y un hogar que hoy permite vivir juntas a las Madres que van quedando sin familia lleva el nombre de Lizbeth, esposa del que por entonces era el primer ministro de Holanda, Joop den Uiyl.
"¿Pero ustedes no son argentinas?", se les preguntaba a las Madres, conocidas internacionalmente como "Las Locas de Plaza de Mayo", como las homenajeó el libro del periodista francés, Jean Pierre Bousquet. Silencio, terror, ignorancia y, en más de un caso, complicidad, se unieron para que una sociedad hipnotizada por un Mundial conviviera con el horror. "Creo que el Mundial y las Malvinas son los dos grandes traumas que aún no pudo resolver la sociedad argentina", dice hoy Anel Gilbert, periodista.
Las revistas de la Editorial Atlántida lideraban la campaña. La revista Para Ti regalaba postales a sus lectores para que las enviara a los políticos y organizaciones europeas que protestaban por las violaciones a los derechos humanos. Somos alertaba, apenas comenzado el Mundial, sobre un "subversivo" detenido que podía ganar el Premio Nobel de la Paz (Adolfo Pérez Esquivel). Y Bernardo Neustadt, mientras el periodista Julián Delgado desaparecía en pleno Mundial, alababa a Videla en Gente.
La prensa en general se sonrojaría mirando hoy aquel 78. Hata el periodismo deportivo abandonó su conservador slogan de que el deporte no debía "mezclarse" con la política. "Muñoz jamás podrá mirarme a la cara", acusó ya en democracia Hebe de Bonafini. "Va a entrar Videla a dar la Copa... el fútbol ha hecho el milagro del país... nos siguen atacando aquellos que no nos conocen", decía los relatos por Radio Rivadavia del "Gordo" José María Muñoz, un fenómeno de comunicación popular que un año más tarde, en los festejo por el Mundial juvenil del 79, promovió las celebraciones en Plaza de Mayo, donde a sólo metros se denunciaban desapariciones ante una comisión de la OEA. "Los argentinos somos derechos y humanos", se decía entonces. Tiempos en los que las crónicas confundían a Kempes con Videla. El primero pasó a la historia del fútbol como el Matador. Al segundo, la Justicia lo condenó por asesino.
Doce días antes de la final contra Holanda, la revista "El Gráfico", también de la Editorial Atlántida, publicó una supuesta carta que el capitán de esa selección, Ruud Krol, envió a su hija. "Mamá me contó que los otros días lloraste mucho porque algunos amiguitos te dijeron cosas muy feas que pasaban en la Argentina. Pero no es así. Es –decía la supuesta carta de Krol- una mentirita infantil... Esta no es la Copa del Mundo, sino la Copa de la Paz... Papá está bien. Tiene tu muñeca y un batallón de soldaditos que lo cuidan y que de sus fusiles disparan flores. Diles a tus amiguitos la verdad, Argentina es tierra de amor...". El periodista Enrique Romero, dice que la carta fue escrita por él, pero leída y autorizada por Krol. "Pero las organizaciones que luchaban en el extranjero contra la dictadura –se explica Romero- se volvieron contra Krol. El holandés, ante la avalancha de críticas, no tuvo otra opción que dar un paso al costado y negar con el codo lo que había firmado con la mano". Romero agrega que la carta sólo intentó "mostrar a los lectores la fase íntima de los holandeses", pero que fue "aprovechada para darle otra significado que el que verdaderamente tenía".
Desde Holanda, Krol hace escuchar su réplica: "No me entra en la cabeza que una persona haya hecho algo así. Fue indigno, artero y cobarde. Jamás escribí eso."
¿Qué hubiera ocurrido si Robby Rensenbrink hubiera convertido aquel tiro que, ya sobre el final del partido, se estrelló en un poste y Holanda terminaba ganando 2-1 aquella fina? Ni la junta militar de Videla, Massera y Agosti podría haberlo impedido. Y el fútbol, más que nunca, habría sido "dinámica de lo impensado", como decía el periodista Dante Panzeri, que se oponía al Mundial y murió dos meses antes de la fiesta. En la ESMA, los torturadores saludaron eufóricos a sus víctimas y a algunas de ellas hasta la sacaron en auto para que vieran los festejos callejeros. Luego los testimonios sobrevivientes sostuvieron que ni valía la pena expresarse, ni gritar, ya que nadie los escucharía.