martes, 24 de septiembre de 2013

Fútbol, Mundial y Dictadura


En 1978, con la obtención de la Copa Mundial de Fútbol, la euforia del pueblo y un gobierno autoritario compartieron escena. Todavía, y a ya 35 años, la conquista de aquel título sigue en tela de juicio, para algunos sirvió como motor de ánimo colectivo en medio de una crisis socio-política, para otros una operación militar para lavar su imagen y encubrir una de las máximas represiones en la historia de Latinoamérica. 
El deporte es uno de los escenarios privilegiados de maniobras políticas y la vuelta olímpica, marcó sin dudas un antes y un después en la historia del fútbol argentino. Pero en pleno Mundial, a diez cuadras de la cancha de River, epicentro de la fiesta, funcionaba la ESMA, el mayor centro de torturas de la dictadura. Aquella siniestra combinación de goles y desaparecidos llevó a que el Mundial 78 fuera siempre comparado con los Juegos Olímpicos de 1936. Estos últimos transcurrieron en la Alemania nazi de Hitler. El Mundial 78, en cambio, se jugó en la Argentina de Videla. Y su marchita de tono militar no admitía indiferentes. "Veinticinco millones de argentinos –decía la canción oficial- jugaremos el Mundial".

LA ALEGRÍA FUTBOLÍSTICA
El mundial fue una bisagra en la historia del fútbol argentino, los protagonistas y artífices de la "hazaña", sostienen que gracias a Menotti se cambió la mentalidad en el trabajo de la Selección. "Por primera vez se trabajó con jugadores del interior del país. Y a partir de Menotti los contratos de los entrenadores nacionales nunca más duraron menos de cuatro años", dice Ardiles. Aquella selección, además, destrozó el mito de la superioridad física de los europeos. A la buena preparación física y el gran trabajo colectivo, el equipo de Menotti sumó habilidad y audacia y, tras levantar luego de un comienzo no muy alentador, con nervios e irregularidad, terminó siendo un justo campeón. Pero la conquista, inevitable, parece destinada a convivir con las sospechas de las trampas de una dictadura militar que soñó montar su proyecto político a partir de una pelota de fútbol, pensando que esta fiesta sería para siempre.
Antes del Mundial, los Montoneros habían propuesto a las Fuerzas Armadas una tregua, pero nunca recibieron respuesta. Asimismo se expresaron a través de agitación política y algunos atentados no sangrientos que, por lo tanto, no trascendieron a los medios. Con el lema a las masas: "Argentina campeón, Videla al paredón", no consiguieron respuesta alguna en la población. 
Las dos primeras y ajustadas victorias de 2-1 ante Hungría y Francia y la derrota 0-1 con Italia obligaron a la inesperada mudanza a Rosario. Allí, la segunda rueda comenzó con un triunfo 2-0 ante Polonia, cuya legitimidad fue cuestionada muchos años después por el propio DT rival, Jacek Gmoch, quien denunció un "arreglo", sin otras precisiones. La sombra del arreglo, en realidad, se dirigió siempre a la célebre goleada de 6-0 a Perú, que permitió eliminar a Brasil por diferencia de gol y clasificar a la final contra Holanda. "Yo digo que ese partido no fue normal, que fue raro", insiste hasta hoy Juan Carlos Oblitas, integrante de aquella formación y DT de la actual selección peruana. "Dominamos al comienzo y hasta el segundo gol argentino el partido fue parejo, pero después nos quedamos inexplicablemente. Creo que si ese mismo partido hubiera vuelto a jugarse diez veces jamás habríamos perdido 6-0. Es más, podríamos haber ganado alguno", agrega Oblitas. "Por respeto a la gente que integraba el equipo conmigo en aqulla época -concluye el hoy DT- prefiero decir que salimos a jugar ese partido bajo presión. No voy a hacer lo mismo que Manso, que en 1979 lanzó una acusación artera."
El ex zaguero Radulfo Manso, hoy completamente distanciado del fútbol, dice a su vez que aquella explosiva denuncia de soborno que formuló en 1979, cuando jugaba en Vélez, fue "un desahogo a medias. Lo que pasó –cuenta manso- es que antes del partido con Argentina atendí un llamado telefónico en mi pieza de la concentración. La voz, que tenía acento argentino y me trataba de manera peyorativa, discriminatoria y racista, me dijo de muy mala manera que les comunicara a mis compañeros que nos pagarían 50 mil dólares a cada uno si permitíamos la clasificación de Argentino. Me dio mucho miedo, porque yo en ese momento era un jovencito y me sentí muy mal. Se lo conté a un compañero y estoy seguro de que si se lo hubiera dicho al resto, todos me habrían dicho que no aceptaban".
Brasil le había ganado 3-1 a Polonia unas horas antes y Argentina jugó por la noche sabiendo cuántos goles precisaba para ser finalista. Perú, que comenzó el juego con un tiro del delantero Muñante en un poste, terminó siendo un desastre. "Yo no me vendí", afirmó el arquero Ramón Quiroga, argentino nacionalizado peruano, aunque admitió que aquella fue su peor actuación de su carrera y única vez que recibió seis goles en un mismo partido. "A mi no me consta, pero no pongo las manos en el fuego por nadie. Igual  me permito ponerlo muy en duda. A ese partido llegamos con el desgaste del esfuerzo que hicimos en la primera rueda, en el que le ganamos a Escocia e Irán y empatamos con holanda. O fue casual que después perdiéramos con Polonia, Brasil y Argentina. Estoy convencido de que perdimos de manera limpia. Con mi experiencia, yo me habría dado cuenta si alguno de mis compañeros no ponía todo para ganar", declaró Héctor Chumpitaz, que si afirmó que el plantel "estuvo incentivado por Brasil", pero que "no se lo tomaron en serio". 
Entre las numerosas versiones que sugieren algún "arreglo" hay una que menciona un acuerdo entre las dictaduras militares de ambos países ( en Perú gobernaba el general Francisco Morales Bermúdez). La sospecha recae sobre la donación de un crédito no reembolzable de Argentina a Perú para la adquisición a la Junta Nacional de Granos de cuatro mil tonelada de trigo a granel, en un marco del "convenio sobre ayuda alimentaria". El Sunday Times, de Londres, provocó un escándalo cuando abonó a esta teoría en plena disputa del Mundial 86. "Ese tipo de donaciones –reconoce hoy Juan Alemann, secretario de Hacienda en aquellos años- no eran espontáneas. Se hacían sólo en caso de un terremoto, de alguna catástrofe." La única catástrofe que sufrió Perú en aquellos días fue el 6-0 de Argentina.
Aquel 21 de junio, a las 20.40, en el preciso momento en el que Leopoldo Luque marcaba el cuarto gol a Perú, estallaba una bomba en la casa de Alemann, que no sólo era funcionario, sino que, además, vivía a media cuadra de una comisaría. Alemann siempre sugirió que aquella bomba fue obra de sus críticas por los gastos del Mundial y apuntó al almirante Carlos Lacoste, vicepresidente paro hombre fuerte del Ente Autárquico Mundial 78. Lacoste fue mano derecha del almirante Eduardo Messera, que le ganó una lucha interna al Ejercito y logró para la Marina el uso político y los negocios. Dudosos de un mundial que tuvo un costo récord de más de 700 millones de dólares.
Además de esa bomba a Alemann, Lacoste fue sospechado por la muerte todavía misteriosa del general Omar Actis, el primer presidente de la EAM 78, que quería hacer un Mundial más austero y que fue asesinado el 21 de agosto de 1976, dos días antes de una conferencia de prensa en la que iba a presentar su proyecto. Tras el asesinato de Actis, Lacoste hizo el Mundial a gusto de la FIFA y de sus socios comerciales.
Contó para ello el decreto 1.261 de abril del 77, que le facultó para realizar toda clase de convenio amparado "en razones de urgencia, seguridad y reserva en la difusión de sus actos".

LA HISTORIA PARALELA

El mundial fue una cuestión de Estado. En silencio desde que cayó en desgracia, Lacoste, amo y señor del deporte en los tiempos de la dictadura, apenas recibió del juez Miguel Pons un reproche "ético" porque, siendo funcionario, incrementó su patrimonio en más del 400 por ciento, manejando dineros de firmas extranjeras en la City, en los tiempos de la bicicleta financiera de Jose Martínez de Hoz.

                                                                              
Ubalado Fillol ya era un arquero formidable, Daniel Passarela "el gran capitán", Ardiles el motor del mediocamo y Mario Kempes la potencia y el gol, aunque jugaba más retrasado pues en los primeros partidos había fracasado como hombre de punta. La final fue contra Holanda. Justamente el país que, junto a Franci, encabezó la campaña para boicotear el Mundial, iniciada por organismos de derechos humanos y agrupaciones de izquierda. El argumento era sencillo "No se puede jugar un Mundial mientras a pocos metros del estadio se tortura y se mata gente", decía el periodista Francois Geze, del Comité Organizador del Boicot a la Argentina (COBA). "Pero fue gracias a los periodista que vinieron por el Mundial que tuvimos nuestros primeros grupos de apoyo" recuerda Mercedes Meronio, vicepresidenta de Madres de Plaza de Mayo. Una agrupación holandesa de solidaridad con las Madres (SAM) donó las primeras casas. Y un hogar que hoy permite vivir juntas a las Madres que van quedando sin familia lleva el nombre de Lizbeth, esposa del que por entonces era el primer ministro de Holanda, Joop den Uiyl.
"¿Pero ustedes no son argentinas?", se les preguntaba a las Madres, conocidas internacionalmente como "Las Locas de Plaza de Mayo", como las homenajeó el libro del periodista francés, Jean Pierre Bousquet. Silencio, terror, ignorancia y, en más de un caso, complicidad, se unieron para que una sociedad hipnotizada por un Mundial conviviera con el horror. "Creo que el Mundial y las Malvinas son los dos grandes traumas que aún no pudo resolver la sociedad argentina", dice hoy Anel Gilbert, periodista.
Las revistas de la Editorial Atlántida lideraban la campaña. La revista Para Ti regalaba postales a sus lectores para que las enviara a los políticos y organizaciones europeas que protestaban por las violaciones a los derechos humanos. Somos alertaba, apenas comenzado el Mundial, sobre un "subversivo" detenido que podía ganar el Premio Nobel de la Paz (Adolfo Pérez Esquivel). Y Bernardo Neustadt, mientras el periodista Julián Delgado desaparecía en pleno Mundial, alababa a Videla en Gente.
La prensa en general se sonrojaría mirando hoy aquel 78. Hata el periodismo deportivo abandonó su conservador slogan de que el deporte no debía "mezclarse" con la política. "Muñoz jamás podrá mirarme a la cara", acusó ya en democracia Hebe de Bonafini. "Va a entrar Videla a dar la Copa... el fútbol ha hecho el milagro del país... nos siguen atacando aquellos que no nos conocen", decía los relatos por Radio Rivadavia del "Gordo" José María Muñoz, un fenómeno de comunicación popular que un año más tarde, en los festejo por el Mundial juvenil del 79, promovió las celebraciones en Plaza de Mayo, donde a sólo metros se denunciaban desapariciones ante una comisión de la OEA. "Los argentinos somos derechos y humanos", se decía entonces. Tiempos en los que las crónicas confundían a Kempes con Videla. El primero pasó a la historia del fútbol como el Matador. Al segundo, la Justicia lo condenó por asesino.
Doce días antes de la final contra Holanda, la revista "El Gráfico", también de la Editorial Atlántida, publicó una supuesta carta que el capitán de esa selección, Ruud Krol, envió a su hija. "Mamá me contó que los otros días lloraste mucho porque algunos amiguitos te dijeron cosas muy feas que pasaban en la Argentina. Pero no es así. Es –decía la supuesta carta de Krol- una mentirita infantil... Esta no es la Copa del Mundo, sino la Copa de la Paz... Papá está bien. Tiene tu muñeca y un batallón de soldaditos que lo cuidan y que de sus fusiles disparan flores. Diles a tus amiguitos la verdad, Argentina es tierra de amor...". El periodista Enrique Romero, dice que la carta fue escrita por él, pero leída y autorizada por Krol. "Pero las organizaciones que luchaban en el extranjero contra la dictadura –se explica Romero- se volvieron contra Krol. El holandés, ante la avalancha de críticas, no tuvo otra opción que dar un paso al costado y negar con el codo lo que había firmado con la mano". Romero agrega que la carta sólo intentó "mostrar a los lectores la fase íntima de los holandeses", pero que fue "aprovechada para darle otra significado que el que verdaderamente tenía".
Desde Holanda, Krol hace escuchar su réplica: "No me entra en la cabeza que una persona haya hecho algo así. Fue indigno, artero y cobarde. Jamás escribí eso."
¿Qué hubiera ocurrido si Robby Rensenbrink hubiera convertido aquel tiro que, ya sobre el final del partido, se estrelló en un poste y Holanda terminaba ganando 2-1 aquella fina? Ni la junta militar de Videla, Massera y Agosti podría haberlo impedido. Y el fútbol, más que nunca, habría sido "dinámica de lo impensado", como decía el periodista Dante Panzeri, que se oponía al Mundial y murió dos meses antes de la fiesta. En la ESMA, los torturadores saludaron eufóricos a sus víctimas y a algunas de ellas hasta la sacaron en auto para que vieran los festejos callejeros. Luego los testimonios sobrevivientes sostuvieron que ni valía la pena expresarse, ni gritar, ya que nadie los escucharía.

La ESMA por dentro: un recorrido por las huellas del terror

En este emblemático lugar de detención, hoy quedan pruebas de las torturas; cómo es el escenario donde se situaron los testimonios del juicio.



Durante los casi dos años que duró el juicio a la ESMA, decenas de testigos relataron los tormentos que vivieron y aquello que escucharon o vieron. Sus testimonios condujeron a la Justicia a condenar a 18 acusados, entre ellos Jorge "El Tigre" Acosta y Alfredo Astiz, por secuestros, torturas, homicidios y robos de bienes.

Hoy en la ex ESMA y actual Sede de Espacio Para La Memoria, todavía quedan huellas del terror. Fue en ese lugar donde el gobierno autoritario conformó el Grupo de Tareas y montó un escenario de exterminio de acuerdo a su plan político.
Ese plan tuvo su epicentro en denominado "casino de oficiales", un pequeño edificio de tres plantas perdido en el enorme predio de la Avenida del Libertador. En esos pisos se concentraron la planificación de los secuestros, las detenciones y los interrogatorios bajo tortura.





Es que, mientras que en la planta baja y en los dos primeros pisos se ubicaban las habitaciones de los oficiales y un salón en donde fue homenajeado el propio Massera, en el sótano, el tercer piso y el altillo funcionaba el centro de detención.
En el subsuelo, aún quedan huellas de unas cinco salas de torturas. Fue en ese lugar donde, según relataron dos sobrevivientes, fue visto el cuerpo de Rodolfo Walsh. También allí funcionaba la enfermería, donde los detenidos recibían una inyección que los adormecía para luego ser destinados a los llamados "vuelos de la muerte".
En el tercer piso se emplazaba la "Capucha" el espacio de reclusión en las denominadas "cuchas": unos compartimentos formados por paneles de madera aglomerada separados por 75 cm. En la misma planta se guardaba el botín que se les robaba a las personas secuestradas, en una habitación denominada "Pañol", en alusión a la jerga naval.
Ambos espacios están separados por un pasillo donde, por entonces, había dos baños, definidos por los sobrevivientes como sus espacios de "socialización". En un pequeño cubículo, funcionaba la "maternidad" donde se estima que nacieron unos 33 niños.
También allí funcionó un centro de "trabajo esclavo intelectual" que respondía al proyecto de Massera: los detenidos de mayor formación política era eran puestos a procesar información local y del exterior a petición del represor.
Por una pequeña escalera hoy todavía se accede a lo que fue "capuchita", un espacio más reducido en donde convivían las salas para interrogatorios y los espacios de detención. Varios de los sobrevivientes declararon que allí permanecieron las monjas francesas, Alice Domon y Léonie Duquet.
Ya en democracia, los sobrevivientes que dieron testimonio pudieron regresar al casino de oficiales y reconocieron los espacios donde habían permanecido, la mayoría del tiempo encapuchados. En el juicio, el edificio resultó una prueba fundamental para hacer justicia y hoy está abierto al público, como una manera de hacer memoria.

Fuente: La Nación - Maia Jastreblansky

lunes, 23 de septiembre de 2013

Los Protagonistas

El director técnico del Seleccionado Argentino, campeón del mundo siempre mantuvo firme su postura de juzgar como "una miserable cobardía" haber mezclado al fútbol con el Proceso Militar en la conquista del Mundial '78. Interpretando maliciosamente la trascendencia de dicha hazaña deportiva, que le dio a la Argentina el primero de sus dos títulos mundiales.
El ex director técnico remarcó que los futbolistas que condujo hacia la obtención de la Copa del Mundo jamás tuvieron el reconocimiento que se merecían. "Lo que desconocía de la dictadura ejercida por la Junta Militar era la magnitud y la locura de la represión militar. Esto lo supe después, cuando se terminó de descubrir todo el desastre". 

Osvaldo Ardiles, reconoció años más tarde: " Duele saber que fuimos un elemento de distracción para el pueblo mientras se cometían atrocidades, fuimos utilizados como propaganda por parte de los militares, pero también servimos como bálsamo para mucha gente oprimida que pudo volver a salir a la calle envuelta en una bandera argentina...". 
Por su parte, el capitán, Daniel Alberto Passarella, fue otro de los que realizó un análisis de la situación que se vivía en el país en aquel entonces: "El Mundial sostuvo el régimen, tapó todo".

Otro jugador de aquel seleccionado campeón del mundo, "el Pato" Fillol, expresó: "Yo personalmente ignoraba todo, como la mayoría de los muchachos. Nosotros nos empezamos a enterar de las cosas que pasaban en el país después del Mundial. No había difusión, porque manejaban todo los militares en ese entonces. Después se fueron destapando algunas cosas hasta que cayó el gobierno, pero no sabíamos nada...".
Por otro lado, Hugo Orlando Gatti, quien a último momento quedó afuera del seleccionado nacional, declaró: "Todos los gobiernos usaron al fútbol para tapar la mierda. Los peronistas, los militares y también los radicales. No está mal... Yo lo miro desde mi lado ...".
Leopoldo Jacinto Luque, pone especial énfasis en la defensa del plantel: "Me da bronca que se le quite el mérito a Menotti, porque ni él ni nosotros tuvimos la culpa de que el Mundial se desarrollara en pleno proceso militar... ¿A quién no le hubiera gustado jugar y salir campeón mundial con un gobierno democrático?... El Mundial lo ganaron Menotti y los jugadores, no los militares. Yo tiraba paredes con Kempes y Bertoni, no con la Junta...". 
Otro de los integrantes del plantel dueño de casa que hizo un "mea culpa", fue Ricardo Julio Villa: "Asumo mi responsabilidad individual, era un boludo que no veía nada más allá de la pelota. Lamentablemente, uno se acostumbra a todo. En la concentración teníamos que dejar el auto a cien metros y después nos encontrábamos con dos controles del Ejército que nos palpaban y revisaban los bolsos. A la noche, veíamos a los centinelas y escuchábamos tiros. Nos usaron para tapar las desapariciones de personas que pensaban distinto. Me siento engañado... A nosotros nos daban la pelota, jugábamos y no pensábamos en nada más... por eso es que no me siento partícipe ni cómplice de los militares...y estoy convencido totalmente de que me hubiera gustado luchar para que la Argentina se diera cuenta de lo que pasaba ". Con esta misma ideología, Daniel Bertoni dijo: "Ayudamos, porque gracias a que ganamos, ellos siguieron un poquito más en el poder".
Del otro lado, el mejor ejemplo de la contradicción profunda que atravesaba a la sociedad es el relato de Estela Carlotto, presidenta de Abuelas, contando cómo sus familiares festejaban los goles de Argentina mientras ella y su esposo lloraban por su hija y su nieto desaparecidos: "Mientras ustedes gritan, se apagan los gritos de los torturados y asesinados", recuerda que les reprochaba, quien hoy sigue buscando a su nieto Guido, nacido en cautiverio en junio de 1978. Lo mismo Hebe de Bonafini que precisó: "Como no voy a comprender la euforia de la gente si en mi propia casa se gritaban los goles, mientras yo lloraba.



domingo, 15 de septiembre de 2013

Un escalofriante relato de los festejos por el Mundial 78 en la ESMA

La periodista Miriam Lewin, quien fue detenida-desaparecida en la ESMA durante la pasada dictadura, narró como sus captores la sacaron a ella y a otros detenidos-desaparecidos a festejar que el seleccionado argentino de fútbol había ganado el mundial de 1978 en lo que calificó de "tortura refinada y adicional".

"Para nosotros fue una tortura refinada y adicional que nos sacaran a festejar en autos con el pueblo por la Avenida del Libertador porque los argentinos éramos derechos y humanos", narró al participar de la presentación de la reedición del libro "Deportes, desaparecidos y dictadura" del periodista Gustavo Veiga, que se realizó, precisamente, en el edificio principal -el de las cuatro columnas- de la antigua ESMA.
Los marinos del "grupo de tareas" que los tenía prisioneros, rercordó Lewin "abrieron los techos de los autos" Peugeot 504 "y algunos de nosotros sacamos la cabeza y nos dejamos arrastrar por esa euforia", citó sus dichos el propio Veiga en una nota que tituló con otra frase de Lewin, quien se desempeña en Radio Nacional y Canal 13.
"Creo que pensaban que iban a gobernar por siempre, y de hecho nosotros estábamos convencidos de que la dictadura iba a durar 40 años más. Porque veíamos a la gente tan enceguecida, tan borracha de victoria", continuó diciendo Lewin.
"Nos llevaron a una pizzería en la calle Maipú. La gente no paraba de saltar arriba de las sillas, de subirse a las mesas, de abrazare y de tocar bocina", recordó Lewin.
"La euforia era tan enceguedora que nadie percibía que nosotros estábamos ahí, palidos, temblando, que llevábamos la marca de la desaparición en la frente. Nadie se daba cuenta de lo que nos estaba pasando", describió aquella escena dantesca.

OTRO DURO TESTIMONIO
Esta madre presta testimonio ante las cámaras y narra cómo fue torturada luego de dar a luz a su hijo.

El Mundial Argentina 1978

En Alemania moría el popular escarabajo de la Volkswagen, el Inglaterra nacía el primer bebé de probeta, en Italia se legalizaba el aborto. Sucumbían las primeras víctimas del sida, una maldición que todavía no se llamaba así. Las Brigadas Rojas asesinaban a Aldo Moro, los Estados Unidos se comprometían a devolver a Panamá el canal usurpado a principios de siglo. Fuentes bien informadas de Miami anunciaban la inminente caída de Fidel Castro, que iba a desplomarse en cuestión de horas. En Nicaragua tambaleaba la dinastía de Somoza, en Irán tambaleaba la dinastía del Sha, los militares de Guatemala ametrallaban una multitud de campesinos en el pueblo de Panzós. Domitila Barrios y otras cuatro mujeres de las minas de estaño iniciaban una huelga de hambre contra la dictadura militar de Bolivia, al rato toda Bolivia estaba en huelga de hambre, la dictadura caía. La dictadura militar argentina, en cambio, gozaba de buena salud, y para probarlo organizaba el undécimo Campeonato Mundial de Fútbol.


Participaron diez países europeos, cuatro americanos, Irán y Túnez. EL Papa de Roma envió su bendición. Al son de una marcha militar, el general Videla condecoró a Havelange en la ceremonia de la inauguración, en el estadio Monumental de Buenos Aires. A unos pasos de allí, estaba en pleno funcionamiento el Auschwitz argentino, el centro de tormento y exterminio de la Escuela de Mecánica de la Armada. Y algunos kilómetros más allá, los aviones arrojaban a los prisioneros vivos al fondo de la mar.
"Por fin el mundo puede ver la verdadera imagen de la Argentina", celebró el presidente de la FIFA ante las cámaras de la televisión. Henry Kissinger, invitado especial, anunció: "Este país tiene un gran futuro a todo nivel".
Y el capitán del equipo alemán, Berti Vogts, que dio la patada inicial, declaró unos días después: "Argentina es un país donde reina el orden. Yo no he visto a ningún preso político.
Los dueños de casa vencieron algunos partidos, pero perdieron ante Italia y empataron con Brasil. Para llegar a la final contra Holanda, debían ahogar a Perú bajo una lluvia de goles. Argentina obtuvo con creces el resultado que necesitaba, pero la goleada, 6 a 0, llenó de dudas a lo malpensados, y a los bienpensados también. Los peruanos fueron apedreados al regresar a Lima".
La final entre Argentina y Holanda se definió por alargue. Ganaron los argentinos 3 a 1, y en cierta medida la victoria fue posible gracias al patriotismo del palo que salvó al arco argentino en el último minuto del tiempo reglamentario. Ese palo, que detuvo un pelotazo de Rensenbrink, nunca fue objeto de honores militares, por esas cosas de la ingratitud humana.
De todos modos, más decisivos que el palo resultaron los goles de Mario Kempes, un potro imparable que se lució galopando, con la pelambre al viento, sobre el césped nevado de papelitos.
A la hora de recibir los trofeos, los jugadores holandeses se negaron a saludar a los jefes de la dictadura argentina. El tercer puesto fue para Brasil. El cuarto, para Italia.
Kempes fue el mejor jugador de la Copa y también el goleador, con seis tantos. Detrás figuraron el peruano Cubillas y el holandés Rensenbrink, con cinco goles cada uno.

Fuente: Eduardo Galeano. El fútbol a Sol y Sombra.